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viernes, 28 de enero de 2011

ECOLOGÍA Y ALIMENTACIÓN: "ALIMENTACIÓN ECOLÓGICA"

La Ética y la Ecología en la Alimentación.
Por Cristina Baptista (Revista Biosofía)


Comer animales es para un número creciente de personas del mundo occidental un comportamiento anti-ético y anti-ecológico. Rechazan ser cómplices del sufrimiento provocado a los animales y de la destrucción del planeta a causa de la producción pecuaria. Las motivaciones subyacentes a la adopción de un régimen vegetariano se basan en la defensa de los derechos de los animales y del medio ambiente; aunque lo importante es percibir lo que verdaderamente significa la afirmación de que el Hombre es superior a los animales.

Al contrario de lo que inicialmente se pudiera pensar, no es debido al elevado índice de hormonas y antibióticos en la carne de consumo, ni a la dolencia de las vacas locas o a la gripe del pollo, que millones de personas en el mundo occidental están adoptando un régimen vegetariano. Son principalmente cuestiones de ética, relacionadas con los derechos de los animales, y con el equilibrio ecológico, que las convencen a excluir de su alimentación los productos de origen animal. En Inglaterra, donde el movimiento vegetariano está organizado desde mediados del siglo XIX, los vegetarianos sobrepasan los 4 millones, estimándose un crecimiento de cinco mil semanales.

Ser vegetariano ya no es exclusivo de una élite intelectual de prominentes figuras en las artes o las ciencias, que adoptaban un régimen alimenticio exento de carne por razones prioritariamente filosóficas o espirituales. A lo largo del siglo XX, con la creciente toma de conciencia de la gravedad de los problemas ecológicos y de los métodos usados en la producción agropecuaria, la opción por un régimen alimenticio vegetariano es cada vez más una toma de posición contra el modelo de desarrollo que define los contornos de esta civilización.

La ética de la rentabilidad
Es difícil permanecer indiferentes ante la descripción y las imágenes que ilustran la producción pecuaria en régimen intensivo. Probablemente la mayoría desconoce que la ternera que se le sirve en el plato fue obligada a permanecer inmóvil y con la cabeza encajada en el pesebre, a costa de descargas eléctricas provenientes de dispositivos estratégicamente colocados, para que así engorde rápidamente. No obstante su tortura no se agota con la fase de engorde. Durante el transporte son mantenidos aislados en espacios ínfimos, donde no se consiguen mover y son alimentadas con una dieta liquida, sin hierro ni fibras, para que su carne se mantenga clara. Generalmente pasan mucha hambre y sed antes de llegar al matadero –un local desaconsejado a personas minimamente sensibles…-

¿Y que decir de las condiciones infernales de los aviarios? La densidad de animales es tan grande que el nivel de stress de las aves requiere la amputación de sus picos (sin anestesia, por no ser rentable), para que no se maten unas a otras. Las gallinas son mantenidas en jaulas donde no tienen siquiera espacio para poder desplegar las alas y sus patas quedan deformadas debido al suelo de alambre. En tales condiciones la mayoría tiene graves problemas de salud, lo que lleva al uso masivo de antibióticos.

Como el funcionamiento de los ovarios de las gallinas es regulado por la alimentación y por las condiciones de luz, las aves son sometidas a condiciones artificiales para que produzcan más huevos. Dos veces al día es mantenida una luz muy fuerte, alternada con periodos de oscuridad, a los efectos de confundir el ciclo biológico poniendo así dos huevos al día. Lo exiguo del espacio tiene el fin de mantenerlas siempre dirigidas hacia una cinta rodante donde circula su ración, ingeniosamente trepidante para que ellas coman continuamente. En esa ración están incluidos los cadáveres de la mitad de individuos que eclosionan y que son del sexo masculino, los cuales no ponen huevos y por eso solo sirven para alimentar a sus hermanas, forzadas al canibalismo.

Este sistema se repite en la producción de otras especies, como los lechones, en que la torpe madre cerda es obligada a permanecer inmóvil y acostada durante todo el periodo de alimentación de los mismos. Come y vive de lado, aunque por lo menos no se corre el riesgo de que aplaste a alguna cría con su corpulento cuerpo… Esta tiene el derecho a alimentar a sus hijos, al contrario de muchas vacas, que no gozan de ese privilegio. La mayoría de las terneras acaba en una carnicería, y la administración de hormonas y de concentrados proteicos hacen de las madres inmensos odres con patas, que mal se pueden mover.- En cada embarazo la vaca lechera es llevada a producir hasta 10 veces la cantidad de leche necesaria para alimentar a su cría-

Cualquiera que sea la especie criada en régimen intensivo, encontramos el mismo sistema: animales imposibilitados para moverse en toda su vida, sometidos a condiciones de luminosidad y de aireamiento artificial, y alimentados de forma absurda –por el alto contenido de antibióticos de hormonas esteroides, y por incorporar harina de carne y de pescado a pesar de ser animales herbívoros-. El sistema sigue con un transporte muchas veces realizado en crueles condiciones, terminando en un matadero donde los animales agonizan en estrés y sufrimiento, pues pronto se aperciben de su destino.

Por la vida en la Tierra
Las razones ecológicas que llevan a la adopción del vegetarianismo no son tan conmovedoras frente a las relacionadas con los derechos de los animales; aunque sus resultados potencian un sufrimiento mas afligente a nivel global. La producción pecuaria contribuye en varios frentes a alterar el equilibrio ecológico planetario. Las consecuencias de la ruptura de ese equilibrio no se presentan favorables a la especie humana.

El frente con efectos ambientales más globales se centra en la devastación de los bosques para crear prados y espacios destinados a la alimentación del ganado. Esta alteración en el uso del suelo contribuye a un aumento del efecto invernadero en la atmósfera terrestre, lo cual tendrá consecuencias imprevisibles en extensión e intensidad. Podrá provocar hambruna en gran escala, debido a significativas pérdidas en las producciones agrícolas, generadas por la inestabilidad climática y por la diseminación de plagas y enfermedades.

La producción alimenticia futura también está comprometida. Dos tercios del actual área agrícola mundial es usada para producir pastos o alimentación para el ganado, y las técnicas agrícolas usadas están provocando una acelerada degradación del suelo, que pierde su capacidad productiva. El agua es usada en cantidades excesivas para el riego, suponiendo un riesgo para la disponibilidad futura de agua potable. Finalmente, la destrucción de ecosistemas para la creación de áreas agrícolas reduce drásticamente la diversidad biológica, que es esencial para el equilibrio global.

En el centro de estos problemas está el hecho de que apenas el 10% de la energía consumida por un herbívoro es almacenada en su carne. De ese modo, cuando la alimentación humana se basa en productos de origen animal, se hace necesario cultivar una mayor extensión de tierra de lo que sería necesario si la alimentación fuese vegetariana. Dando una idea comparativa, para producir 1 kilo de carne de vaca son requeridos 16 Kg. de soja y cereales. También el generalizado agotamiento de stock de peces está asociado al consumo de carne, pues gran parte de las capturas pesqueras se destinan a la producción de comida para animales y fertilizantes.

La superioridad humana
Todo ello se torna en una seria amenaza para el ambiente, debido al aumento en el consumo de carne después de la II Guerra Mundial, asociado a una imagen de abundancia. Esta tendencia fue reforzada por mitos infundados, que hacen creer que solo a través de la carne el hombre puede obtener proteínas y el hierro que necesita. El resultado es que hoy la población de los países más desarrollados tiene una alimentación demasiado rica en productos de origen animal, poniendo en riesgo su propia salud.

Sin entrar a valorar la falta de racionalidad de este comportamiento alimenticio, diversas corrientes filosófico- religiosas defienden que el vegetarianismo es una condición necesaria para que el ser humano pueda desenvolver una conciencia superior. Argumentan que el consumo de carne degrada y sintoniza el cuerpo humano con las pasiones de naturaleza inferior, porque al ingerir carne se integra también el componente emocional y etérico del animal. Consideran que la superioridad del Ser Humano le confiere una mayor responsabilidad sobre los otros seres, debiendo trabajar constructivamente en el equilibrio y armonía entre las diferentes formas de vida. Esa es una de las razones por las que no debe generar violencia para alimentarse.

Estos argumentos dejan algunas pistas de reflexión. ¿Será que el Ser Humano es superior porque tiene una mayor capacidad de violentar y destruir la naturaleza? ¿O la verdadera superioridad será una conquista sobre los insititos más primarios, característicos de los animales señalados como inferiores?

Cristina Baptista
Licencia en Ingeniería Medioambiental
Editora de los Cuadernos de Educación Ambiental, del Instituto de Promoción Ambiental,

jueves, 11 de noviembre de 2010

10 alimentos que deberíamos comer BIOLOGICOS

La inversión en productos orgánicos a la larga resulta en un ahorro en medicamentos y en una mejora del bienestar, nuestro y el del planeta. Los alimentos ecológicos cumplen las normas establecidas, que incluyen, entre otros requisitos, no proporcionar a los animales antibióticos ni hormonas de crecimiento. Mientras, los agricultores no pueden utilizar abonos químicos ni pesticidas.
Estas toxinas pueden contaminar la comida y se transmiten a las personas cuando la consumen. Muchos ya tienen claro que esto puede ser perjudicial para la salud. Otros simplemente optan por la agricultura ecológica porque sus métodos conllevan una menor contaminación. Como sea, si no podemos acceder a una cesta de la compra completamente orgánica, aquellos alimentos que ingerimos con regularidad deberían ser ecológicos para no acumular sustancias tóxicas en nuestro organismo.

1. Los caprichos favoritos
Los químicos peligrosos están por todas partes – en nuestro organismo, en nuestro entorno y en nuestros alimentos. Casi todos pueden tolerar unos pocos plaguicidas pero, pero como con cualquier cosa, el exceso no es bueno. Los expertos afirman que todo lo que se come en abundancia debe ser ecológico, para evitar la sobre exposición a ciertos productos químicos. Mientras que unos cuantos residuos de pesticidas en la bolsa de aperitivo puede no estar mal, si los consumimos a diario, empezamos a apostar por la acumulación de tóxicos en nuestro cuerpo (por no hablar de la obesidad). Lo mismo con las salsas elaboradas, la comida precocinada, la bollería industrial, etc.. Es especialmente importante recordar esta regla para los bebés y los niños, porque en su pequeño cuerpo las toxinas se acumulan rápidamente.
También es cierto que no todos los alimentos aglutinan igualmente las sustancias tóxicas que se les aplica para su cultivo. De hecho, algunos de ellos no están tan contaminados cuando se trata de la versión convencional, no ecológica. Los siguientes 10 productos del huerto, o bien no absorben demasiado los pesticidas o se pelan antes de comer: espárragos, aguacates, plátanos, brócoli, col, kiwi, mango, cebollas, papaya, piña.

2. Alimentos para bebé
Los bebés y niños pequeños son especialmente susceptibles a los efectos nocivos de los plaguicidas, antibióticos, hormonas y cualquier producto químico. Como la comida del bebé a menudo se hace a base de verduras y frutas concentradas, el nivel de cualquier sustancia sintética se intensifica en los platos.
Muchos pesticidas utilizados en frutas y vegetales son tóxicos para el cerebro y pueden interferir en su desarrollo. La hormona sintética del crecimiento utilizada en la carne puede causar pubertad precoz en las niñas (fuente: Cornell). Al final, la exposición a toxinas en ciertas fases del desarrollo puede ser crítica. Los tóxicos que no tendrían mayor efecto en un adulto, pueden dañar el sistema nervioso y el cerebro de un niño. Si a esto se suma el pequeño tamaño del cuerpo del bebé, la combinación resulta incluso más peligrosa.
Si el niño no ha sido alimentado con productos orgánicos, el cambio a la dieta ecológica puede disminuir su nivel de plaguicidas en sangre (fuente: Curl). La comida orgánica puede beneficiar al niño, incluso antes de que nazca, ya que los productos químicos tóxicos en el torrente sanguíneo de la madre pasan al feto (fuente: Consumer Reports).

3. Verduras de hoja verde
La ensalada es una opción sana, siempre que no esté elaborada con verduras cargadas de productos químicos que pueden acabar por intoxicarnos. A los insectos, gusanos y babosas les encantan las hojas tiernas de espinacas y lechugas, tanto como nosotros. Algunos de los pesticidas más potentes se aplican sobre las verduras que utilizamos en nuestras ricas ensaladas. La espinaca es la verdura con mayor cantidad de plaguicidas. Por el contrario, los agricultores ecológicos, para mantener a los insectos a raya, se sirven de repelentes no tóxicos y de trampas como las redes.
Vegetales como la col rizada, las hojas de mostaza y de nabo y las berzas también están en lo alto de la tabla por riesgo de contaminación con plaguicidas. Si es posible, resulta más seguro comprar la versión orgánica de estas verduras de consumo abundante.

4. Pimientos, judías, tomates, apio, zanahorias y coliflor
Los pimientos, sean de la clase que sean, absorben como esponjas los pesticidas a través de su fina piel. Son propensos a la infestación por insectos, por lo que están sujetos a fuertes fumigaciones de insecticidas en las grandes granjas comerciales. Aunque se laven y pelen estas delicias de colores no se elimina su contaminación.
Otras verduras que muestran un elevado nivel de residuos de plaguicidas son el apio, las judías verdes y los tomates. Los cherry son pequeños y difíciles de limpiar. El apio no tiene piel protectora, así que es otro candidato para la compra ecológica.
Según los estudios, también las tasas de plaguicidas en las zanahorias y la coliflor es considerable si su origen no es ecológico.

5. PatatasLa omnipresente patata absorbe una dosis doble de toxinas cuando se cultiva en condiciones no ecológicas. Los productores fumigan pesticidas en las plantas y añaden fungicidas al suelo para prevenir que los tubérculos enfermen. Los fungicidas previenen el llamado tizón, causante de la hambruna de la patata a mediados de la década de 1800 en Irlanda y que provocó la muerte de alrededor de un millón de personas. No hay buenos métodos orgánicos para combatirlo, por lo que el precio de las patatas ecológicas es más del doble que el de las no ecológicas.
El nivel de plaguicidas para la batata es un poco inferior pero también lo suficientemente alto como para optar por la de cultivo ecológico.

6. Melocotones, manzanas, nectarinas, fresas, cerezas y uvasCon el lavado no eliminamos todos los plaguicidas de un melocotón no ecológico y, al pelarlo, se pierden un montón de beneficios nutricionales de la fruta. Además de los melocotones, muchas otras frutas contienen altos niveles de pesticidas. Las manzanas y las nectarinas también son de los alimentos más cargados de plaguicidas.
Por su parte, las fresas absorben gran cantidad de veneno a través de su fina piel, que además no se puede pelar. Lo mismo ocurre con las cerezas. Las uvas y las pasas no orgánicas también entran en el mismo saco tóxico. Muchos zumos de frutas que ofrecemos a los niños contienen jugo de uva, con lo que se hace especialmente necesario buscar la etiqueta ecológica. Comprar frutas extranjeras fuera de temporada es arriesgado, ya que las normas son laxas en muchos de los países de origen, sin olvidar el coste ambiental del transporte.

7. Café
El café suele ser la manera de despertar al día. A menudo, los granos con los que preparamos esa estimulante taza de café se han cultivado en un país que no regula el uso de plaguicidas y fertilizantes. Todo lo contrario a lo que hace ecológico a un café Además de la etiqueta ecológica, también conviene buscar la etiqueta de Comercio Justo, que garantiza que los productores de café han sido pagados de manera justa y bien tratados.
Un elemento más a considerar antes de disfrutar de esa taza humeante es si es de origen Shade-grown, es decir, de café cultivado a la sombra del bosque, un método de producción que preserva los majestuosos árboles de la selva y la biodiversidad que alberga.

8. Huevos
De los pollos a los huevos pueden pasar pequeñas cantidades de pesticidas y, a partir de ahí, a los muchos alimentos preparados con ellos. Los huevos ecológicos provienen de aves que se alimentan con grano orgánico y no se les suministra ni hormona del crecimiento ni antibióticos.
Sin embargo no es la falta de contaminantes lo que convierte a los huevos orgánicos en una necesidad, sino cómo se producen esos huevos. La filosofía aquí es que los pollos felices producen mejores huevos. Los defensores de los huevos orgánicos dicen que el origen marca la diferencia. Las gallinas camperas o de corral tienen acceso a un patio, además de no estar tratadas con productos químicos.
¿Huevos blancos o morenos? No hay diferencia nutricional entre unos y otros. El color del huevo depende de la raza de la gallina. Las gallinas blancas ponen huevos blancos y las marrones, oscuros. Es así de simple. Por otro lado, los huevos ecológicos no se limitan a los de gallina. Algunos productores orgánicos ofrecen variedad de opciones exóticas: ganso, codorniz e incluso huevos de avestruz.

9. Productos Lácteos
La leche no ecológica puede contener trazas de pesticidas. Como la leche es un alimento básico para los niños, esto es motivo de atención. La leche orgánica es más pura. Procede de vacas alimentadas a partir de granos cultivados sin abonos químicos ni pesticidas. La hormona del crecimiento tampoco está permitida, al igual que los antibióticos, porque podrían entrar en la leche. El uso generalizado de antibióticos también aumenta la posibilidad del desarrollo en el futuro de bacterias resistentes a dichos antibióticos. Las vacas lecheras ecológicas deben pastar en el campo con regularidad y el pienso que se les suministra no puede contener plaguicidas ni fertilizantes, lo que disminuye el impacto de la cabaña en el medio ambiente. Los mismos preceptos de aplican al resto de productos derivados de la leche, como el yogurt, helados, mantequilla o queso.

10. Carne
El brote de la enfermedad de las vacas locas en la década de 1990 dio un gran impulso a la carne orgánica. La normativa impone a los ganaderos ecológicos que no pueden dar a sus animales antibióticos que les hagan resistentes a la enfermedad. La hormona del crecimiento para acelerar el desarrollo de los animales también está prohibida en el ganado criado para producir carne orgánica certificada.
El ganado y las aves de granja deben alimentarse con granos que se cultivan sin fertilizantes químicos ni pesticidas. No está permitido el pienso que contiene subproductos de la carne, el medio de propagación de la enfermedad de las vacas locas. Además, la ternera ecológica debe provenir de una vaca a la que se le dio piensos orgánicos durante el último tercio de su gestación.
La etiqueta ecológica también significa que el animal diariamente tenía acceso al exterior por algún tiempo. Sin embargo, estos requisitos no están claramente definidos y al aire libre puede significar que el pollo se crió en una jaula con rejilla abierta al exterior.

By lolaisabel, on Septiembre 17th, 2010
M.Prieto/ Vida Sana – ecogaia.com /Orlando Mallozzi / Ecoticias.com